En esta entrada voy a desarrollar la experiencia número 65
del libro 101 experiencias de filosofía
cotidiana que se titula: Convertirse en santo o en demonio.
En esta
experiencia se nos relata el clásico de la oposición de la bondad y la
maldad mediante las preguntas ¿Es usted bueno? ¿Es usted malo? La
contestación afirmativa o negativa a estas preguntas conllevan una serie de
consecuencias impuestas por nosotros y nuestra idea preconcebida de lo bueno y
lo malo. Estas preguntas, en principio, fundamentales e importantes carecen
realmente de fundamento ya que nadie es santo ni demonio. Y eso es lo que pretende demostrar la siguiente experiencia.
La experiencia consiste en repasar toda la jornada de ayer,
recuperando los momentos más importantes y si podemos los detalles mínimos que
fueron transcurriendo hora tras hora, una vez que hayamos recordado nuestro día
de ayer debemos juzgar nuestro comportamiento minuto a minuto de manera parcial
y tendenciosa.
En primer lugar observaremos nuestra rutina intentando
buscar las señales que hagan de nosotros santos, lo importante es juzgar
nuestro comportamiento sin importar lo que hiciésemos ese día. Debemos
encontrar los momentos en los que fuimos “buenos”, es decir, atentos,
altruistas, compasivos, modestos, desinteresados… Cuando hayamos llegado a esa sensación
debemos volver a repasar de nuevo todo nuestro día y esta vez debemos buscar el
camino inverso, esforzándonos en encontrar los rasgos evidentes de nuestra
maldad, los momentos en los que hemos sido perversos, odiosos, diabólicos, egoístas,
crueles, manipuladores…
Una vez realizada esta experiencia y habiendo juzgado mi comportamiento
en cada momento del día de ayer, llego a la conclusión de que efectivamente no
existen ni los buenos ni los malos ya que cada persona en un momento
determinado podemos actuar bien o mal dependiendo de múltiples factores.
Pienso que si es así, si no existen los extremos entre estos
dos conceptos, en cuanto a personas se refiere, ¿Cómo podemos juzgar la moral? ¿Cómo
podemos ver en otros los comportamientos buenos o malos? Ante estas preguntas
llego a la conclusión de que somos imperfectos y prueba de ello es esta
experiencia, todos sabemos como deberíamos de ser pero ninguno podemos llegar a
serlo, porque la perfección de la que tanto se habla no existe. Por ello yo,
personalmente, me conformo con que día a día cuando eche la vista atrás para
juzgar mi comportamiento siga habiendo momentos en los que pueda decir: si,
actué bien.